El fotoperiodista español Samuel Nacar ha sido galardonado con un World Press Photo 2025 por Las sombras ya tienen nombre, un trabajo publicado en la Revista 5W junto al texto del periodista Agus Morales, y que ahora se expone en el CCCB de Barcelona hasta el 14 de diciembre. La serie retrata, desde la melancolía y la esperanza, a los supervivientes del sistema carcelario durante el régimen del expresidente Bashar al-Asad en Siria, fotografías que rescatan la identidad de quienes el poder quiso borrar.
Nacar empezó su carrera en Lesbos en 2015 cubriendo la crisis de refugiados, y desde entonces ha recorrido durante más de una década las fronteras de Europa, documentando la migración, los conflictos sociales y la despoblación. Su mirada, directa y honesta, busca que las imágenes permanezcan y establezcan una conexión profunda con el espectador. Ganador de la beca Joana Biarnés por Cartas a Mariví, un proyecto que retrata la desindustrialización y la decadencia de las ciudades periféricas en España, Nacar continúa investigando cómo la migración impacta a quienes deciden quedarse. Actualmente está trabajando en Taranta, un documental sobre la desindustrialización y la despoblación de Linares (Jaén). Sus trabajos transforman la herida en relato y buscan dejar huella de la resistencia de quienes viven en situaciones desfavorecidas.
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Hola, Samuel, antes de nada, enhorabuena por el World Press Photo. ¿Cómo y dónde te llegó la noticia de que habías sido seleccionado?
La noticia me llegó mientras recogía una furgoneta para trabajar de conductor. La chica que me atendía me pidió que le enseñara el mail de la reserva y, de repente, abrí un correo que decía: Confidencial, has ganado el World Press Photo. Le dije que me iba, que me diera diez minutos y que luego volvía con la reserva y con mi vida normal. Entonces llamé a mi familia lleno de ilusión. 
¿Qué te motivó a presentar tu trabajo al World Press Photo?
Me presento casi todos los años, es como un ritual porque para nosotros, y sobre todo para los freelancers, el World Press Photo es un trampolín y una forma de dar visibilidad a nuestro trabajo. Sabemos qué se hace y qué no se hace, y quisimos presentar el trabajo porque nadie había hecho retratos o entrevistas a los presos. Nuestro reportaje estaba muy bien construido, especialmente porque trabajaba con Agus Morales, que es el director de la revista 5W, así que contábamos con la información necesaria para llevarlo a cabo.
En esta serie retratas a los supervivientes de las cárceles sirias durante el régimen del expresidente Bashar al-Asad. Llevabas diez años intentando entrar en el país sin conseguirlo. ¿Qué te interesó de ahí en un primer momento, y qué te motivó a intentarlo durante tanto tiempo?
Más que intentar entrar en Siria, llevaba diez años documentando todo lo relacionado con la migración y el éxodo sirio, y al final empiezas a descubrir y escuchar muchas historias. Es verdad que siempre he intentado entrar en Siria pero no me dedico a los conflictos ni a las guerras, y además, como freelance, acaba siendo muy caro. Cuando vi que había una ventana para poder entrar, supe que tenía que ir.
Al conseguirlo, ¿tenías expectativas o ideas sobre lo que te ibas a encontrar y lo que querías contar? ¿O lo decidiste más sobre el terreno?
No, creo que los procesos son muy lentos y van cambiando. Primero está tomar la decisión de ir, comprar los vuelos para llegar, conseguir entrar en Siria y una vez dentro empiezas a ver qué estás haciendo, y todo va evolucionando hasta que llegas a la historia. Tardamos dos o tres días en entender que esa era la historia importante y, sobre todo, tener a Agus al lado ayudaba mucho.
El reportaje se publicó en la revista 5W, una de las publicaciones independientes más interesantes actualmente sobre periodismo de investigación. Iba acompañado de un texto de Agus Morales, el director, como ya hemos comentado. Cuéntanos más sobre cómo surgió esto, porque tengo entendido que primero ibas a publicarlo internacionalmente pero no salió.
Los dos vimos que íbamos a compartir gastos y a partir de ahí nos dimos cuenta de que él necesitaba un fotógrafo y yo a alguien que escribiera. Enviamos el proyecto a todos nuestros contactos internacionales pero nadie lo quiso publicar. De hecho, una de las personas con la que estábamos en contacto era Lucy Conticello, directora de fotografía de M Le magazine du Monde, y nos dijo que no porque ya habían publicado algo similar.
Es muy complicado publicar este tipo de historias. Lo curioso es que ella ha sido parte del jurado del World Press Photo 2025. Fue gracioso porque después hablé con ella y me dijo que la historia era muy buena pero que los medios tienen los recursos que tienen y, como ya habían cubierto el tema, no podían repetirlo. Esto nos da una idea de lo difícil que es publicar estas historias a nivel internacional.
¿Hay alguna fotografía que recuerdes como especialmente impactante y que intuías que llegaría al público de una forma más profunda?
Hay una fotografía que es la de Mohamed, un superviviente de la prisión de Sednaya, que aparece estirado, en la posición de dormir. Recuerdo que, al presentarle la serie a amigos fotógrafos (porque al final tengo muchos) todos me decían que de toda la serie, esa era la foto que quitarían. Curiosamente, es la que más ha llegado al público. A veces no sabemos qué quiere el público o cómo contar la historia. Esta foto, que es la más simple y construida, es la que más ha llamado la atención y, de hecho, la que más se ha usado en redes.
Después de escuchar tantas historias de los supervivientes que vivían bajo condiciones infrahumanas, ¿cómo gestionaste el impacto emocional? ¿Cómo conviviste, o convives todavía, con ese peso?
Tengo la suerte de que lo sufro mucho en terreno, lo sufro un montón y psicosomatizo. Pero en cuanto me subo al avión, me siento muy privilegiado de vivir donde vivo. Tengo una psicóloga para mi vida, como todo el mundo, y siempre trabajamos estos temas para ver cómo me afectan. Como ya he dicho, en cuanto vuelvo a casa soy feliz y retomo mi rutina. Durante muchos años pensé que tenía que estar solo para no compartir estas cosas, pero ahora, a medida que me voy haciendo mayor, entiendo que es todo lo contrario: hay que construir una red muy fuerte para cuando vuelvas a estar bien, estar rodeado de gente que te quiera. Eso hay que trabajarlo aunque a veces se nos olvida; a veces lo importante es cuidar a tu madre y que te siga queriendo.
Cuesta pensar que mientras que nosotros tenemos salud, casa, comida y trabajo, los presos sirios solo pensaban en si iban a sobrevivir, en si volverían a ver la luz del día. Y sus familiares en si volverían a reencontrarse. ¿Hubo alguna historia que te marcara especialmente?
En general, todas. Pero hay una fotografía, la de Ayham, que más que marcarme, fue muy bonita de ver. Después de tantas historias desgarradoras de torturas llegamos al pueblo donde estaba Ayham, que acababa de volver a casa y había visto a su madre, una señora de setenta años que no podía borrar la sonrisa. Estaba muy feliz, acababa de recuperar a su hijo, que creía muerto, y lo cogía del brazo mientras daban vueltas por las calles gritando: ¡Ha vuelto! Eso dice mucho del dolor que han sufrido estas familias. Se calcula que han desaparecido alrededor de ciento cincuenta mil personas en toda Siria.
Al leer los testimonios de los supervivientes, es inevitable sentir rabia e impotencia. Tu trabajo muestra una realidad que muchos prefieren no saber. ¿Qué papel juega el fotoperiodismo en mantener viva la memoria de los conflictos?
Muchísima. Una de las cosas que más me enorgullece es formar parte de los libros. Cuando fuimos a recibir el premio del World Press Photo estaba toda la exposición, pero también los libros de años anteriores, y empiezas a ver las fotos y te das cuenta de que te las conoces todas. Al final, lo importante de nuestro trabajo es marcar la historia: saber que cuando alguien pregunte sobre esto podrán contarla y que yo lo he documentado.
Bashar al-Asad sigue libre y es importante contar esta historia al mundo, saber que alguien que ha hecho barbaridades sigue libre. Documentarlo es muy importante y me llena de orgullo saber que dentro de veinte años alguien cogerá un libro del World Press Photo y encontrará una historia mía. Esa es la mayor satisfacción que puedo tener.
En tiempos de redes sociales, donde en el feed de Instagram podemos ver el genocidio en Gaza, una foto de un colega viajando, y luego una campaña de moda en menos de cinco segundos, ¿qué rol político y social juegan las fotos y las imágenes?
Es curioso porque pienso en la foto de Camps y Rita Barberá encima de un Ferrari inaugurando la Fórmula 1. Cuando digo eso, todo el mundo sabe de qué foto hablo, y ese es el poder de las imágenes: cuando algo te recuerda a una situación, casi todos sabemos a qué nos referimos, y eso genera una memoria colectiva.
¿Qué mensaje te gustaría que se llevara el público después de ver este proyecto?
Lo bonito del proyecto es que no es solo una cuestión local sobre Siria, sino un tema internacional sobre la historia de la humanidad. Cada vez que hay una dictadura, existe un sistema represivo que sigue los mismos patrones. El otro día vi La vida de los otros y cuando cae el muro y se abren los archivos en Berlín, están todos los archivos de toda la gente investigada, y es lo mismo que vi yo. Las mismas formas de tortura, de control. Cuando dicen que en Siria las paredes hablan, eso es lo que es una dictadura.
A menudo pensamos que vamos en esa dirección y todos los partidos de extrema derecha podrían abogar por una sociedad del control y el miedo. Por eso documentar esto es clave: muestra una sociedad que no acepta a todo el mundo, donde el control se ejerce a través del miedo y se permiten violaciones de derechos humanos. Para mí, hablar de Siria después de diez años es muy importante, pero también lo es crear una historia que explique todo lo demás.
Para terminar, hablemos de Taranta, el documental que empezaste a rodar en abril de 2025. ¿Cómo avanza el proyecto y qué nos puedes adelantar sobre él?
Estamos en el ecuador del rodaje: nos quedan tres semanas, llevamos tres grabando y ya hemos empezado a montarlo para ir viendo cómo va quedando. Venimos a contar la historia de una generación sin futuro. En Linares, la generación sin futuro tiene que ver con la fábrica pero en realidad habla de toda España. Cuando conseguimos la financiación y empezamos a grabar, de repente surgió la posibilidad de que una empresa china abriera una macrofábrica. Así que la historia evolucionó hacia la reindustrialización del pueblo, pero es una reflexión sobre el trabajo y sobre la posición del hombre frente al trabajo.
No analizamos lo suficiente cómo el patriarcado afecta a los hombres y, además, ahora gente como Llados nos está comiendo mucho la cabeza. Hablar de la posición del hombre respecto al trabajo, de si tiene que ser o no el proveedor, me parece muy interesante, sobre todo desde el choque cultural entre los chinos y los linarenses. Los chinos que han venido a trabajar son jóvenes de veintiséis años, son de la doctrina del hijo único, con lo cual tienen que mantener a tres familias. Se sorprenden al ver a los jóvenes de Linares en los bares mientras ellos están estudiando. Y los jóvenes de Linares están frustrados porque no tienen trabajo y sienten que, como hombres, no pueden proveer a sus familias. Ese conflicto entre trabajo, masculinidad y el hombre creo que es muy interesante y seguimos trabajando en ello.
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